¿Desprecio hacia las tradiciones?

¿Desprecio hacia las tradiciones?

Hace poco me dijeron que mi postura respecto la introspección y la espiritualidad transmitía cierto desprecio por tradiciones milenarias y sus creencias. Que soy innecesariamente despectivo en mi tono.

En el momento respondí a esta observación un poco a la defensiva. Hoy con un poco más de tiempo, esto es lo que respondería: Diría que no hay desprecio en mi postura, sino todo lo contrario: una reverencia en admiración por quienes dedicaron su vida a explorar la mente humana a través de la introspección y los descubrimientos que dicho proyecto significó.

Pero que al mismo tiempo, hoy, en el año 2023, por supuesto que sabemos más sobre cómo funciona el mundo que hace dos mil años. Y que toda cosmovisión que no se ajuste a lo que hoy sabemos sobre la realidad, toda creencia superada gracias al progreso científico -sean leyes físicas, principios biológicos o astronómicos o sobre la evolución de la vida en el planeta- no es necesario de subir a bordo. Y más aún, es nuestra responsabilidad dejar esas creencias de lado, denunciarlas y descartarlas como parte de la ignorancia de nuestros antepasados.

Así como nuestros descendientes harán lo mismo cuando miren a nuestra época y se encuentren con las creencias que hoy nosotros damos por ciertas pero que el progreso demostrará erróneas.

Hoy sabemos que no todo lo que creían los budistas o hindúes es cierto. Porque no tenían cómo saber mucho de lo que hoy sabemos. No tenían telescopios ni microscopios. No tenían Internet ni teléfonos. No tenían Universidades ni laboratorios -al menos no como los conocemos hoy.

Sí, existía una rigurosa tradición enfocada en estudiar la mente humana en primera persona. Y valiosos insights surgieron de ese proyecto. Pero no deberías esperar que el Buda haya sabido cómo funciona el sistema solar o cuál es el origen de la vida, no hay nada en mirar hacia adentro, en meditar, aunque sea por décadas y con la mayor intensidad posible, que te diga cuáles son las leyes físicas que gobiernan los astros o de qué está hecha una célula, ni tampoco cómo está organizado el cerebro -ni siquiera que tenemos un cerebro.

Muchas personas parecen imaginar que para absorber las enseñanzas de alguna tradición o de algún místico o contemplativo, el paquete de creencias no puede ser desagregado. Que hacerlo es un insulto, una falta de respeto.

Esto es una confusión.

Es como si para rescatar los teoremas de Pitágoras tuviéramos también que subir a bordo el resto de la visión de mundo de Pitágoras. Pitágoras creía que el alma humana sobrevive a la muerte. Creía también que la Tierra estaba ubicada en el centro del Universo.

¿Deberíamos entonces también creer en estas cosas o respetar estas creencias dado el aporte de Pitágoras en geometría? Por supuesto que no. Debemos ser capaces de desvincular unas creencias de otras. Las que sobreviven al escrutinio de las que no. Y nadie te podría decir que desprecias a Pitágoras por hacer esto. No porque me sea útil saber cómo calcular el valor de una hipotenusa gracias a Pitágoras, también debo creer que la Tierra está en el centro del Universo.

Y lo mismo aplica a la introspección y a la espiritualidad. Hay ciertas verdades sobre la naturaleza de la consciencia humana que fueron descubiertas, o al menos articuladas, descritas, protocolizadas por los budistas, pero que son independientes de su contexto. No son verdades por ser haber encontradas en ese contexto, sino más bien, a pesar de su contexto.

Son verdades para judíos, musulmanes y cristianos. Y no es un accidente que cuando hablamos de experiencias místicas o trascendentales o cómo sea que las llames, las descripciones se asemejen. Estamos hablando de algo más fundamental que el dogma particular de cada individuo. Sino que de nuestras circunstancias humanas.

Así como no hablamos de una geometría musulmana o de una física cristiana. Las verdades sobre la naturaleza de la consciencia humana siguen este mismo principio, son contexto-independientes.

Parte de madurar es aprender a mirar a nuestro alrededor críticamente y discernir qué vale la pena rescatar y qué no. El budismo tiene incalculable valor por ofrecernos, incluso miles de años después, pero esto no debe cegarnos de otra verdad, tan fundamental como las que los budistas descubrieron: lo que sea verdadero sobre nuestras circunstancias, sobre la naturaleza consciencia humana, es previo al contexto de cualquier individuo, incluso de quien lo haya descubierto.

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